Mayo, 2020.
Desde CoPPA, además de unirnos a las muestras de gratitud hacia todo el personal sanitario, queremos visibilizar la labor de algunas de nuestras miembros expertas que, desde diversas partes del mundo, han seguido activas en la defensa de los grupos en situación de vulnerabilidad a pesar de la pandemia, afrontando dificultades extraordinarias que han repercutido de un modo u otro en su actividad.
La crisis sanitaria originada por la aparición del SARS-COV-2, considerada como probablemente la más difícil a la que se ha enfrentado la Organización Mundial de la Salud desde su creación hace 72 años, está suponiendo un reto para la totalidad de los países afectados.
Con el fin de proteger a la ciudadanía y evitar el colapso sanitario, gran parte de los países en los que trabajan CoPPA y sus miembros han tenido que optar por el confinamiento de su población. Esta medida, aunque sin duda eficaz para complicar el avance de la COVID-19, se ha traducido también en un fuerte impacto social, que está afectando de manera aún más dramática a las personas en situación de vulnerabilidad.
Diversos colectivos, como el de las mujeres en situación de violencia, el de las personas mayores o el de las personas sin hogar, están expuestos ahora a un mayor riesgo. Del mismo modo, numerosos niños, niñas y adolescentes están teniendo dificultades para acceder a su educación y protegerse frente al maltrato.
Por su parte, las personas que se encuentran refugiadas tras haber huido de una zona de conflicto, también están encontrando nuevas barreras a las que enfrentarse durante esta situación.
Dada la situación compleja en la que nos encontramos, que está requiriendo de una transformación de los mecanismos de acción que protegen a las personas en situación de vulnerabilidad, queremos dar a conocer, a modo de ejemplo de la labor de todas y todos nuestros miembros, el importante trabajo desarrollado por algunas de las mujeres que forman parte de CoPPA, explicar cómo la crisis ha afectado a su actividad cotidiana, destacar los aspectos positivos que están observando durante la pandemia y enumerar los aspectos que, desde su posición de expertas en su campo, recomendarían reforzar de cara a una futura situación similar.
Nuestras miembros desempeñan sus trabajos en diversos puntos del mundo y con distintos colectivos en situación de vulnerabilidad. No obstante, a pesar de estar desarrollando su labor en contextos muy diferentes, sus experiencias durante la presente crisis sanitaria están marcadas por un denominador común: la necesidad de adaptarse frente al gran desafío planteado por la pandemia.
Como parte del personal sanitario, las doctoras Gabriela García y Elsa Alonso están viviendo muy de cerca la pandemia en México y España respectivamente. Mientras que Gabriela García ha podido seguir desarrollando su labor como psiquiatra, Elsa Alonso, que se encontraba tomándose un descanso de su trabajo como profesional de la salud mental, se vio en la obligación moral de acudir a la llamada de auxilio que hicieron los hospitales españoles pidiendo personal de refuerzo para las plantas destinadas a la atención de pacientes de COVID-19. Para esta médico psiquiatra especializada en duelo y estrés postraumático, la dificultad inicial residió en plantarle cara a una enfermedad hasta ese momento desconocida, para la que no existían protocolos ni herramientas diagnósticas y terapéuticas a seguir.
En el caso de la Dra. García, médico psiquiatra especializada en paidopsiquiatría, el reto está consistiendo en atender a un personal sanitario desbordado “no sólo por su actividad, sino también por la ansiedad y el temor por su propia salud y por la seguridad en la salud de sus familias”. En cuanto a la asistencia a ciudadanas y ciudadanos, la doctora señala que las personas acuden ahora con cuadros “de gran ansiedad y temores respecto al porvenir”.
Ambas profesionales han centrado sus esfuerzos en grupos de edad distintos a los que normalmente requieren su atención. Para Gabriela García, la mayoría de las personas que acuden a ella han pasado a ser adultas. En el caso de la Dra. Alonso, su trabajo en planta la ha llevado a vivir en primera persona la tragedia acontecida con relación a las personas mayores, que, al ser uno de los grupos de mayor riesgo, han llenado las plantas de los hospitales.
“A pesar de sentirse muy agradecidas por el trato, los cuidados y el cariño recibido durante sus ingresos, han acusado mucho la soledad. El no poder ver a sus familiares es un estigma para el que no estábamos ni estamos preparados”, relata la Dra. Elsa Alonso, destacando las secuelas emocionales que la pandemia ha dejado tanto en las personas infectadas como en el personal sanitario que “ha ido acumulando el dolor ajeno y haciéndolo propio”.
Por otro lado, expertas como Annabelle Arévalo, la doctora Gladys Ariza-Sosa, y Elisa Rosa, dedicadas respectivamente al apoyo a mujeres víctimas de violencia en Ecuador, la promoción de los derechos de las mujeres en Colombia y la defensa de los derechos de las personas menores de edad en Argentina, han podido continuar dando servicio a estos colectivos a través del trabajo en línea.
En el caso de Annabelle Arévalo, psicóloga clínica integrante del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Fundación CEPAM Guayaquil), y de la Dra. Ariza-Sosa, médica de salud pública e integrante de la Alianza de trabajo para el litigio estratégico en defensa de los derechos humanos de las Mujeres en Medellín, las nuevas tecnologías han permitido mantener abierto un canal de comunicación con las mujeres que, durante el confinamiento, se han visto obligadas a permanecer día y noche junto a sus agresores y están necesitando asistencia para ellas y/o para sus hijas e hijos.
Con relación a la protección de los derechos de las y los menores de edad, Elisa Rosa, abogada y secretaria letrada en una Asesoría de Incapaces (Ministerio Público Pupilar) en la provincia de Salta, declara que el formato virtual ha sido crucial para que niñas, niños y adolescentes no queden desamparados.
Más complicado lo ha tenido la Dra. Ana María Watson, socióloga y presidenta del Grupo Iniciativa Nacional por los Derechos del Niño (GIN), que, con el cierre de las escuelas y al trabajar en el Callao, una zona gravemente afectada por la violencia y de mucha pobreza en el Perú, se encontró con el problema de que niñas, niños y adolescentes no estaban teniendo acceso a su educación, porque ni el personal docente estaba capacitado para dar las clases de manera virtual ni las familias contaban con tabletas o acceso a internet.
Del mismo modo, la abogada especializada en cooperación al desarrollo y presidenta de PERUALDE, María G. Lacabex, relata que han tenido que intensificar las labores desarrolladas en el marco del Programa Auzolana, promovido en Vizcaya (España) por el Gobierno Vasco y en convenio con el Ayuntamiento de Getxo, pues durante la crisis de la COVID-19 se ha puesto aún más de manifiesto que “el idioma es uno de los elementos más determinantes de cara a permitir la autonomía de las personas refugiadas”.
A través de los testimonios que nuestras miembros expertas nos han brindado, ha quedado patente que los distintos eslabones que conforman nuestras sociedades, y particularmente la ciudadanía, se han volcado en la búsqueda de soluciones para superar esta crisis.
Ante la catástrofe humana, social, cultural y económica a la que el mundo ha quedado expuesto, se han puesto en marcha distintas iniciativas para ayudar a colectivos desprotegidos, dar soporte al personal sanitario, brindar apoyo psicológico y emocional gratuito a la población que lo solicite, solventar la falta de medios para continuar recibiendo la educación de forma virtual y capacitar al profesorado en el uso de nuevas tecnologías, entre otros.
En este sentido, Gladys Ariza-Sosa, que como docente ha seguido realizando prácticas comunitarias en formato virtual, relata cómo dos de sus estudiantes de medicina, al identificar a 31 familias que no habían recibido ayudas gubernamentales en los barrios en los que trabajan, coordinaron esfuerzos y recogieron fondos para hacerles llegar alimentos.
Del mismo modo, María G. Lacabex cuenta que PERUALDE, trabaja para “movilizar solidaridad y contribuir a crear redes de ciudadanía informada y responsable, que participe activamente en acciones de apoyo social, acogida o sensibilización”. Lejos de resentirse durante la crisis sanitaria, el Programa Auzolana sigue funcionando, en palabras de su coordinador Asier Arpide, gracias a “tantas y tantas personas que, en la sombra, sin buscar la foto, están quedando muy bien retratadas”.
Elisa Rosa, por su parte, además de seguir luchando por la defensa de los derechos de las y los menores de edad, ha aprovechado la crisis sanitaria para detectar problemáticas y aportar soluciones, creando el Centro de Estudios de Derecho Animal en Argentina. A través de este centro, pretende capacitar y concienciar acerca del vínculo existente entre maltrato animal y violencia interpersonal, además de convertir este tema “en uno que se tome en serio y sea objeto de estudio en las universidades argentinas”.
Por último, en la línea de que la unión hace la fuerza, Elsa Alonso explica que las jerarquías existentes en los organigramas de funcionamiento de un hospital se han relajado durante la crisis hasta casi desaparecer, y que el personal sanitario “se ha atrevido a mostrarse más humano, sensible y cercano”, tanto entre profesionales, como con pacientes y familiares.
Ante la amenaza de un rebrote de la COVID-19 o la llegada de una nueva pandemia, nuestras miembros expertas recomiendan tener en cuenta el impacto negativo que crisis como la que estamos viviendo tienen sobre el bienestar las personas, sobre todo si ya partían de una situación de vulnerabilidad.
Así, además de sugerir que se invierta más en I+D, se refuerce el sistema de salud pública, se mejoren las condiciones de trabajo del personal sanitario y se fomente el trabajo en equipo, nuestras miembros expertas consideran que, de cara a una nueva crisis, sería oportuno poner a disposición de toda la ciudadanía (personal sanitario incluido) equipos de profesionales de salud mental, mantener como esenciales y destinar más medios a aquellos recursos destinados a poner a salvo a los colectivos especialmente vulnerables, capacitar en el uso de nuevas tecnologías de manera que los servicios de asistencia se puedan seguir llegando a cabo y dotar de medios telemáticos a las personas que no los tengan y requieran de ellos para recibir soporte.
Para entender la importancia de reforzar el sistema de atención psicológica, Annabelle Arévalo relata que en su ciudad, Guayaquil, se vivieron algunos momentos muy complicados. Según su testimonio, durante el mes de abril mucha gente falleció, “lo que llevó a que se produjeran muchos desbordamientos emocionales en la población, que se encontraba en shock”. Estos desbordamientos, al no recibir la atención necesaria, causaron inmunodepresión en las personas afectadas, lo que se tradujo a su vez en una mayor vulnerabilidad a la enfermedad. En esta misma línea, Gabriela García también considera fundamental poder brindar contención a la población en momentos tan delicados.
Respecto a la capacitación del personal en nuevas tecnologías y la facilitación de medios telemáticos, la Dra. Watson considera que los gobiernos deberían priorizar la salud y la educación en sus presupuestos, siendo responsabilidad “del ministerio y sus direcciones facilitar que los alumnos cuenten todos y todas con tabletas que serán sus nuevas herramientas de trabajo en lo sucesivo”. Del mismo modo, Gladys Ariza-Sosa concluye que deberíamos transformar nuestro modelo económico, dando paso a uno que “no anteponga las mercancías a los seres humanos”.
Para concluir con un mensaje positivo, queremos compartir una anécdota vivida por la Dra. Elsa Alonso: un matrimonio infectado por COVID-19 ingresó conjuntamente en su hospital, pidiendo no ser separados y que alguien se hiciera cargo de su perro, que había quedado solo en su hogar. A pesar de que el hombre empeoró y el equipo médico se planteó su ingreso en la UCI, su petición siguió siendo no separarse de su mujer, pues su miedo no era a morir, sino a dejar de verla.
Tras escuchar al matrimonio, el equipo médico se reunió varias veces, decidiendo finalmente que no les separarían y que el personal intensivista de la UCI acudiría a diario a controlar al hombre. Por su parte, dos bomberos voluntarios se hicieron cargo del perro del matrimonio, posibilitando además el contacto virtual entre ellos a diario. Tanto el matrimonio como su perro se encuentran actualmente de vuelta en su hogar, sin secuelas físicas ni emocionales. Esto, en palabras de la propia Dra. Alonso, se consiguió “gracias a una sola cosa: querer escuchar”.
Dra. Elsa Alonso – España
Dª Annabelle Arévalo – Ecuador
Dra. Gladys Ariza-Sosa – Colombia